PREGUNTITAS SOBRE DIOS…


preguntas sobre Dios, 2… Realicé la misma pregunta a clérigos-talibanes, párrocos de Miñambres y ratas cuartelarias resabiadas residentes y vecinos de La Bañeza en León, imposible sonsacarles nada, un pacto tácito de silencio camorrero les protege y garantiza su vida muelle y de fornicio a trompicones…

Victor Jara y Atahualpa Yupanqui un buen día se preguntaron: ¿dónde está Dios?. Con el corazón hecho un ovillo, entre acordes, dedos que acarician una guitarra, voz altanera o desgarrada y semblante de angustia despistada,  averiguaron que sus preguntas resonaban en el silencio sin respuestas.

Yo no canto, no toco la guitarra, no tengo voz arrulladora ni manos finas que acaricien nada. Mi mente vaga y vaga… en una especie de sempiterna búsqueda de Dios… y cuándo estoy a punto de descubrirlo… “zas, pum, se va al fondo del mar con las llaves de Matarile”.

La quietud, sosiego y sensación de dar alcance a la divinidad me viene de la mano de S. Juan de la Cruz, Santa Teresa de Avila, el Obispo Romero, el Padre Eyacuría, la lectura de Tagore o J. Ramón dentro de un largo etcétera. Pero sigo preguntándome día a día: ¿dónde está Dios?.

Hay un asunto en la tierra más importante que Dios… y es la búsqueda del mismo Dios. En la búsqueda está Dios; el camino no ha de conducir necesariamente a alguna parte, cada recoveco tiene sentido en sí mismo.

¿Dónde está Dios? Preguntaba de pequeño al cura del pueblo mientras me  amenazaba con una inmensa llave que servía para abrir tanto las puertas de la Iglesia como las cabezas de los alevines condenados a vivir según los mandamientos de un Dios que desconocían.

¿Quién es Dios y dónde está?, fué y sigue siendo el eterno interrogante de mi vida. En el Seminario se me decía, con poca convicción y ninguna explicación, Dios está “aquí”. El “aquí” se diluía al alejarse una figura ensotanada.

En la Universidad de Navarra me agarre como a un clavo ardiendo a la respuesta “expedida” por catedráticos y gente opusina: “ Dios es amor, está en el Sagrario y se ha valido de nuestro Fundador para darse a conocer”. Pero allí no había amor, y sólo un fingimiento, delatado por mueca socarrona, acompañado del “reza tu primero que a mí me da la risa floja” delataba la ausencia de Dios en el Sagrario y en sus vidas. El Fundador cada vez que escribía sobre el tema… más lo emborronaba…

¿Dónde está Dios? Pregunté en la catedral primada. Allí únicamente se percibía el eco distorsionante de la molicie, la lujuria y la riqueza…

Pero: ¿dónde…, dónde…? Aparecieron los Rouco y Cañizares de siempre metiendo miedo con sus inmensas barrigotas, cara de “estacazo te doy, sino te estás quieto” e incensando no se sabe qué para evitar malos olores y despistar.

He visto a Benedicto muchos palotes bendecir al mundo desde sus aposentos vaticanos trazando sobre el aire un simulacro de cruz al mismo tiempo que miraba con ojos de saltimbanqui pillín a la concurrencia que aplaudía mientras depositaba su limosna en las arcas papales. A este Señor ni le pregunté… El otro “Gran Señor” no ha podido pasar por allí. Realicé la misma pregunta a clérigos-talibanes, párrocos de Miñambres y ratas cuartelarias resabiadas residentes y vecinos de La Bañeza en León, imposible sonsacarles nada, un pacto tácito de silencio camorrero les protege y garantiza su vida muelle y de fornicio a trompicones.

Por fin atisbé un breve destello no sé si de Dios o de parte de su divinidad: Victoriano –zapatero remendón- arrastra en la silla de ruedas su sonrisa, sus piernas inertes, su devoción a la Virgen de la Vega y el recuerdo sagrado que conserva del muslamen de las mozuelas que pasaron por su zapatería y en su cruzado mágico de piernas daban libertad a la imaginación y los “malos pensamientos”.

Fermín: ahí sí que estaba Dios. Era un Dios analfabeto, pastor, Sagrario ambulante entre páramos  y rastrojales. Vivió toda su vida “entero”, aunque no se mostraba partidario de hacer preguntas a la cabra pues era muy mentirosa. Desparramaba la divinidad a borbotones  a través de un cuerpo frágil y pequeñín. ¡¡ Fermín, yo cuando sea mayor, si tú “me ajuntas”, quiero ir para donde tú estés !!.

… El Dios que yo busco se me aparece a solas, en el silencio, me susurra cosas… y me invita a pecar… yo le sonrío; hago un corte de mangas a sus representantes en la tierra y… -como dicen por Aragón- “a cascala a otra parte”.

Enrique Pérez Amez

 

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